jueves, 17 de febrero de 2011

Hablemos de Derecho (II)


Hay un Derecho, unas leyes, que son para toda persona y de cualquier momento de la historia. Y por esta sencilla razón es un Derecho Natural, porque todo hombre lo sabe, porque todo hombre lo descubre en su razón. El primer principio natural y universal de este Derecho es: “el bien ha de hacerse y buscarse, el mal ha de evitarse”. Para comprender este principio lo mejor es ver hacia lo que nos inclina a hacer. Tenemos unas inclinaciones naturales que nos revelan que estamos hechos no para hacer el mal, sino para hacer el bien, por el mismo hecho que cuando obedecemos a ellas, cuando nos dejamos llevar por ellas, experimentamos la felicidad. Éstas son: estamos inclinados a buscar la verdad, a vivir en sociedad, a defender nuestra vida y estamos inclinados sexualmente hacia las personas de distinto sexo. Por lo que, el Derecho Natural lo que legisla, a lo que orienta al hombre, es a vivir una vida buena con otros hombres, por la sencilla razón, repito, de que el hombre está llamado a buscar el bien y hacerlo. De esta forma, tales inclinaciones enseñan al hombre que está llamado a vivir el amor y desde la verdad, crear una familia y vivir en sociedad. El Derecho Natural fundamenta naturalmente la dimensión ética del ser humano.

Ningún Estado, de este modo, puede identificarse con un “Estado ético” que imponga unos valores sin fundamentarlos en esta verdad, sin respetar el Derecho Natural que la razón muestra al hombre, provocando que todos los espacios de libertad, culturales, educativos... queden destruidos y originando a un ser débil, manipulado y sin ideas. ¿Por qué? Lo diré la semana que viene.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Bomba poblacional

El otro día escuché en la radio un programa sobre las revoluciones del norte de África y Oriente Medio. Estaban debatiendo si después de lo de Egipto el próximo gobierno en caer sería el de Argelia. Uno de los participantes dijo algo que me resultó muy curioso, por lo visto en Argelia hay una "bomba poblacional". Argumentaban que había demasiados jóvenes y un paro juvenil muy alto. Es decir, ¿el problema de Argelia es que hay demasiados jóvenes? Curioso.

Analicemos la situación que conocemos, es decir, la nuestra. En España hay muy pocos jóvenes y también un paro juvenil tremendo. Bajo mi punto de vista lo que es una "bomba poblacional" es la nuestra, más que la suya (dentro de que ambas son lamentables, pero no por el alto número de jóvenes sino por los niveles estratosféricos de paro)

Creo se mezclan conceptos. Es decir, el paro es una cosa, el número de jóvenes es otra. El paro es malo, sin embargo que haya muchos jóvenes es bueno puesto que generan riqueza y consumen. Por lo que en España tenemos dos crisis distintas, una por el paro y otra por que no hay jóvenes.

Desde el punto de vista consumista/materialista hay infinidad de argumentos para justificar la lucha contra ambas lacras, una pequeña muestra serían lo siguiente: Si hay más paro cada persona consume menos y la economía empeora más aún, junto con las cuentas de la Seguridad Social. Si hay pocos jovenes también la economía va peor, si hay menos jovenes habrá menos consumo puesto que hay menos gente que consuma. Entonces el paro sería el factor que empeora la capacidad de consumo per cápita y la crisis demográfica sería el factor que empeora la cantidad de personas que pueden consumir.

Gráfica de la primera crisis, la del paro:


Gráfica de la segunda crisis, la demográfica:


Sin la cobertura que proporciona actualmente la familia, probablemente los jovenes en paro estarían abocados a la pobreza. Mientras, el Estado no está demostrando ser capaz de suplir las necesidades más básicas de estas personas que acaban buscando refugio en comedores privados, principalmente de Cáritas. 

Al final con esta situación todos perdemos. Entonces, la auténtica bomba poblacional es la nuestra, se juntan varios factores negativos, pocos jovenes, mucho paro y crisis de las familias.

Hay muchas otras cuestiones derivadas de esta situación que se estan empezando a plantear ¿quién pagará las pensiones dentro de 30 años? ¿a cuantos ancianos de media tendrá que mantener cada joven? ¿cuál será la solución que nos propondrán? ¿acaso vivir peor, o dar muerte a los discapacitados, enfermos, ancianos? 

Por esto creo que es bueno apostar por algo tan sencillo y natural como la familia y la vida frente a la ideología de género.

domingo, 13 de febrero de 2011

¿Hay censura en Hazte Oir?

Hazte Oir se presenta como una plataforma de actuación ciudadana. Se supone que ayuda a transmitir a los políticos la voz de la gente. Al menos antes era así. Últimamente me vienen algunas dudas sobre esto.

La justificación -o no- del mal menor tiene lugar en un escenario en que es imposible el bien. Pero, ¿Es imposible el bien, o es que ni siquiera nos lo planteamos?¿Tenemos que elegir entre cornudos o apaleados?

Mirad la encuesta que quiere enviar HazteOir a Rajoy (no sé si la han enviado ya o no).

Se supone que es para hacerle llegar lo que piensa el electorado.

NI SIQUIERA SE PLANTEAN LA POSIBILIDAD DE QUE HAYA QUIEN NO QUIERE NI LA LEY ACTUAL NI LA LEY ANTERIOR.

Y no es que se trate de una negociación o algo así, donde uno podría entender más o menos el posibilismo realista... Es una encuesta. Y ni siquiera permiten que la gente diga que NO QUIERE NINGUNA LEGISLACIÓN QUE PERMITA EL ABORTO.

Esto es lo que yo llamo invisibilizar el voto provida católico, es decir, el voto según los principios inamovibles.

Hay más AQUí-

A continuación, la encuesta, tal como la tomo del sitio:

1. ¿Qué debe de hacer el PP con la nueva ley del aborto?

Promover medidas de apoyo a la maternidad en el Congreso y encomendarse al Tribunal Constitucional es lo único que pueden hacer y lo único que podemos exigirles

Deben comprometerse con claridad, antes de las elecciones, a derogar la ley del aborto si gobiernan

No sé / No contesto

2. Como movimiento cívico a favor del derecho a la vida, ¿qué crees que debe hacer HO?

Aplaudir al PP por promover una ley de apoyo a la maternidad, sin exigirle nada más

Aplaudir la iniciativa pero, además, exigir la derogación de la ley del aborto

Esperar a ver qué dice el Tribunal Constitucional

No sé / No contesto

miércoles, 9 de febrero de 2011

Campaña Nacional de Oración



40 Días por la Vida es una Campaña Nacional de Oración durante toda la cuaresma promovida por seglares en coordinación y contacto con los grupos que en otros países realizan campañas similares, y en especial con 40 Days for Live en Estados Unidos y con Ceprofarena, el grupo que en Perú y otro países iberoamericanos promueve 40 Días por la Vida.
En España, como en el resto de países donde se organizan estas campañas de oración, los miembros de 40 Días por la Vida son todos voluntarios. Algunos de ellos, los que lo desean, coordinan grupos de oración. Otros rezan de manera individual o en familia.

En su visita al Reino Unido, en septiembre de 2010, Benedicto XVI recordó una vez más la necesidad y la obligación llevar la fe a la plaza pública:
“Os invito particularmente a vosotros, fieles laicos, en virtud de vuestra vocación y misión bautismal, a ser no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro público los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe. La sociedad actual necesita voces claras que propongan nuestro derecho a vivir”. (Homilía de la Santa Misa en el parque Bellahouston de Glasgow)
Los grupos de oración son la columna vertebral de la campaña. Su finalidad es rezar preferiblemente en una plaza, o calle, o lugar donde pueda ser visto por el mayor número posible de personas, o frente a un abortorio.


Para apuntarse y más información en http://40diasporlavida.es/

¡qué bellas son tus tiendas!

martes, 8 de febrero de 2011

Hablemos de Derecho (I)

Es habitual que alguien cuando piensa o habla de Derecho refiera a unas leyes bien compiladas, que mientras no sean violadas den la certeza interior de que se está viviendo en paz, de ser un buen ciudadano. Aristóteles, en su Política, descubrió la aporía de tal afirmación: "Es posible ser un buen ciudadano sin poseer la virtud que nos hace hombres de bien". Dicho de otro modo, se puede ser un buen ciudadano y ser moralmente reprobable. La razón de esto es que el Derecho Positivo, el derecho que regula las relaciones sociales entre los ciudadanos, no siempre es adecuado, no siempre hace un bien al ser humano. Es el maquiavelismo legislativo, la ley del resultado; la ley que no busca el bien del ciudadano, sino el propio interés del que gobierna --por ejemplo: "deroguemos la Nueva ley del aborto para contentar a unos y, así, ganar las elecciones; pero no deroguemos la anterior, pues descontentaremos a otros y jamás gobernaremos". La víctima es el ciudadano.
No por ello, el Derecho Positivo tiene que ser eliminado. Éste es necesario para el buen funcionamiento de la polis --como diría el estagirita. ¿Cómo, entonces, el Derecho Positivo puede darle la virtud al ciudadano para hacerle un hombre de bien? Solamente, reconociendo algo que es anterior a él, algo que es anterior a toda legislación humana. Hablo del Derecho Natural. Este Derecho responde a la pregunta qué es el ser humano.


Cristianismo y política

A continuación pongo el texto "Cristianismo y política" escrito en su día el cardenal Joseph Ratzinger. Creo que puede dar un poco de luz al asunto de la relación entre el ser cristiano y la política y puede ser un buen punto de partida para reflexionar sobre ciertos puntos de esta relación entre el ser cristiano y la política.

Cristianismo y política


El Estado no constituye la totalidad de la existencia humana ni abarca toda la esperanza humana. El hombre y su esperanza van más allá de la realidad del Estado y más allá de la esfera de la acción política. Y esto es válido no sólo para un Estado al que se puede calificar de Babilonia, sino para cualquier tipo de Estado [incluso “cristiano”]. El Estado no es la totalidad. Esto le quita un peso al hombre político y le abre el camino de una política racional. El Estado romano era falso y anticristiano precisamente porque quería ser el totum de las posibilidades y de las esperanzas humanas. Pretendía así lo que no podía realizar, con lo que defraudaba y empobrecía al hombre. Su mentira totalitaria le hacía demoníaco y tiránico. La supresión del totalitarismo estatal ha desmitificado al Estado, liberando la hombre político y a la política.

Pero cuando la fe cristiana, la fe en una esperanza superior del hombre, decae, vuelve a surgir el mito del Estado divino, porque el hombre no puede renunciar a la plenitud de la esperanza. Aunque estas promesas se vayan obteniendo mediante el progreso y reivindiquen exclusivamente  para sí el concepto de progreso, son, sin embargo, históricamente consideradas, un retroceso a un estadio anterior a la buena nueva cristiana, una vuelta hacia atrás en el camino de la historia. Y aunque vayan propalando como objetivo propio la liberación total del hombre, la eliminación de cualquier dominio sobre el hombre, entran realmente en contradicción con la verdad del hombre y con su libertad, porque reducen el hombre a lo que él puede hacer por sí solo. Semejante política, que convierte al Reino de Dios en un producto de la política y somete la fe a la primacía universal de la política, es, por su propia naturaleza, una política de la esclavitud; es política mitológica.

La fe opone a esta política la mirada y la medida de la razón cristiana, que reconoce lo que el hombre es realmente capaz de crear como orden de libertad y, de este modo, encontrar un criterio de discreción, consciente de que su expectativa superior está en manos de Dios. El rechazo de la esperanza que radica en la fe es, al mismo tiempo, un rechazo del sentido de la medida en la razón política. La renuncia a las esperanzas míticas es propia de una sociedad no tiránica, y no es resignación, sino lealtad, que mantiene al hombre en la esperanza. La esperanza mítica del paraíso inmanente y autárquico sólo puede conducir al hombre a la frustración; frustración ante el fracaso de sus promesas y ante el gran vacío que le acecha; una frustración angustiosa, hija de su propia fuerza y crueldad.

El primer servicio que presta la fe a la política es, pues liberar al hombre de la irracionalidad de los mitos políticos, que constituyen el verdadero peligro de nuestro tiempo. Ser sobrios y realizar lo que es posible en vez de exigir con ardor lo imposible ha sido siempre cosa difícil; la voz de la razón nunca suena tan fuerte como el grito irracional. El grito que reclama grandes hazañas tiene la vibración del moralismo; limitarse a lo posible parece, en cambio, una renuncia a la pasión moral, tiene el aspecto del pragmatismo de los mezquinos. Sin embargo, la moral política consiste en resistir la seducción de la grandilocuencia con la que se juega con la humanidad, el hombre y sus posibilidades. No es moral el moralismo de la aventura que pretende realizar por sí mismo lo que es Dios. En cambio, sí es moral la lealtad que acepta las dimensiones del hombre y lleva a cabo, dentro de esta medida, las obras del hombre. No es en la ausencia de toda conciliación, sino en la misma conciliación donde está la moral de la actividad política.

A pesar de que los cristianos era perseguidos por el Estado romano, su posición ante el Estado no era radicalmente negativa. Reconocieron al Estado en cuanto Estado, tratando de construirlo como Estado según sus posibilidades, sin intentar destruirlo. Precisamente porque sabían que estaban en “Babilonia”, les servían las orientaciones que el profeta Jeremías había dado a los judíos deportados a Babilonia. La carta del profeta transcrita en el cap. 29 del libro de Jeremías no es ciertamente una instrucción para la resistencia política, para la destrucción del Estado esclavista, ni se presta a tal interpretación. Por el contrario, es una exhortación a conservar y a reforzar lo bueno. Se trata, pues, de una instrucción para la supervivencia y, al mismo tiempo, para la preparación de un porvenir nuevo y mejor. En este sentido, esta moral del exilio contiene también elementos de un ethos político positivo. Jeremías no incita a los judíos a la resistencia ni a la insurrección, sino que les dice: “Edificad casas y habitadlas. Plantad huertos y comed de sus frutos... Procurar la paz de la ciudad adonde os trasladé; y rogad por ella al Señor, porque en la paz de ella tendréis vosotros paz” (Jr. 29, 5-7).

Muy semejante es la exhortación que se lee en la carta de Pablo a Timoteo, fechada tradicionalmente en tiempos de Nerón: “(Rogad) por todos los hombres, por los emperadores y por todos los que están en el poder, a fin de que tengamos una vida quieta y tranquila en toda piedad y honestidad”. (1 Tm 2,2). En la misma línea se desarrolla la carta de Pedro con la siguiente exhortación: “Vuestro comportamiento entre los paganos sea irreprensible, a fin de que, por lo mismo  que os censuran como malhechores, reflexionando sobre las obras buenas que observan en vosotros, glorifiquen a Dios en el día del juicio”. (1 P 2,12). “Honrad a todos, amad a vuestros hermanos, temed a Dios, honrad al rey” (1 P 2,17). “Ninguno de vosotros tenga que sufrir como homicida, o ladrón, o malhechor, o delator. Pero si uno sufre como cristiano, que no se avergüence; que glorifique más bien a Dios por este nombre”. (1 P 4,15 a)

¿Qué quiere decir todo esto? Los cristianos no eran ciertamente gente sometida angustiosamente a la autoridad, gente que no supiese de la existencia del derecho a resistir y del deber de hacerlo en conciencia. Precisamente esta última verdad indica que reconocieron los límites del Estado y que no se doblegaron en lo que no les era lícito doblegarse, porque iba contra la voluntad de Dios. Por eso precisamente resulta tanto más importante el que no intentaran destruir, sino que contribuyeran a regir este Estado. La antimoral era combatida con la moral, y el mal con la decidida adhesión al bien, y no de otra manera. La moral, el cumplimiento del bien, es verdadera oposición, y sólo el bien puede preparar el impulso hacia lo mejor. No existen dos tipos de moral política: una moral de la oposición y una moral del poder. Sólo existe una moral: la moral como tal, la moral de los mandamientos de Dios, que no se pueden dejar en la cuneta ni siquiera temporalmente, a fin de acelerar un cambio de situación. Sólo se puede construir construyendo, no destruyendo. Esta es la ética política de la Biblia, desde Jeremías hasta Pedro y Pablo.

El cristianismo es siempre un sustentador del Estado en el sentido de que él realiza lo positivo, el bien, que sostiene en comunión los Estados. No teme que de este modo vaya a contribuir al poder de los malvados, sino que está convencido de que siempre y únicamente el reforzamiento del bien puede abatir al mal y reducir el poder del mal y de los malvados. Quien incluya en sus programas la muerte de inocentes o la destrucción de la propiedad ajena no podrá nunca justificarse con la fe. Explícitamente es lo contrario a la sentencia de Pedro: “Pero jamás alguno de vosotros padezca por homicida o ladrón” (1 P 4,15); son palabras que valen también ahora contra este tipo de resistencia. La verdadera resistencia cristiana que pide Pedro sólo tiene lugar cuando el Estado exige la negación de Dios y de sus mandamientos, cuando exige el mal, en cuyo caso el bien es siempre un mandamiento.

De todo esto se sigue una última consecuencia. La fe cristiana ha destruido el mito del Estado divinizado, el mito del Estado paraíso y de la sociedad sin dominación ni poder. En su lugar ha implantado el realismo de la razón. Ello no significa, sin embargo, que la fe haya traído un realismo carente de valores: el de la estadística y la pura física social. El verdadero realismo del hombre se encuentra el humanismo, y en el humanismo se encuentra Dios. En la verdadera razón humana se halla la moral, que se alimenta de los mandamientos de Dios. Esta moral no es un asunto privado; tiene valor y resonancia pública. No puede existir una buena política sin el bien que se concreta en el ser y el actuar. Lo que la Iglesia perseguida prescribió a los cristianos como núcleo central de suethos político debe constituir también la esencia de una actividad política cristiana: sólo donde el bien se realiza y se reconoce como bien puede prosperar igualmente una buena convivencia entre los hombres. El gozne sobre el que gira una acción política responsable debe ser el hacer valer en la vida pública el plano moral, el plano de los mandamientos de Dios.

Si hacemos así, entonces también podremos, tras el paso de los tiempos de angustia, comprender, como dirigidas a nosotros personalmente, estas palabras del Evangelio: “No se turbe vuestro corazón” (Jn. 14,1). “Porque por el poder de Dios estáis custodiados mediante la fe para vuestra salvación...”.

Joseph Ratzinger


lunes, 7 de febrero de 2011

Receta política

Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. 
Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. 
Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mt 5,13-16)
En cualquier receta culinaria echamos tan sólo un poco de sal para salar todo el conjunto de la comida. Muchas veces un pellizquito de sal marca la diferencia en el gusto de una comida. La sal puede ser aproximadamente un 0.5% de la masa total en una receta.

Veamos el reparto de los escaños del parlamento español:


En total hay 350 escaños en el congreso de los diputados. Haciendo un cálculo muy sencillo vemos que un único escaño corresponde a menos del 0.3% del conjunto total de escaños.

Algo falta en esta receta política, ¿dónde está el anuncio del Evangelio? ¿dónde está la sal? Quizás sea esto lo que falle en la defensa de la vida, de la familia, de la dignidad de todo ser humano...

¡qué bellas son tus tiendas!

domingo, 6 de febrero de 2011

Paradoja del mal menor

He encontrado aquí la paradoja del mal menor que pongo a continuación:
Tengo que elegir entre A y B.

- A me jura que me sacará los ojos.
- B me asegura que sólo me sacará uno.

Yo pienso: Con un ojo todavía puedo ver. Elijo B, y me quedo tuerto.

Nuevamente debo elegir entre A y B.

- A promete sacarme el ojo que me queda y arrancarme además la lengua.
- B, siempre más morigerado, me tranquiliza diciéndome que sólo me sacará el ojo que antes me había perdonado.

Reflexiono. Me quedo ciego, pero, por lo menos, aún podré hablar.

Elijo, pues, a B.

Sucesivas elecciones terminan con el resultado que se puede prever: ni ojos, ni lengua, ni manos, ni pies...

Lo gracioso del caso es que mi elección ha sido siempre, no sólo legítima, sino verdaderamente racional y razonable.

Pero, no es necesario decirlo, algo ha fallado.
Tengo la sensación de que el PP a veces lo único que hace cuando gobierna es ir asentando o dar por sentado las leyes del PSOE. El PP se ha convertido en un PSOE de velocidad más baja pero que no apunta en una dirección propia, sino en la misma.

A veces el PP hace gestos o guiños a posturas católicas como por ejemplo cuando Rajoy afirmó que si llegaba al poder derogaría la ley Aído del aborto libre. Yo me pregunto ¿hay algo detrás de esta afirmación? La respuesta que aunque me gustaría que realmente esta afirmación fuese un paso a favor de la defensa de la vida creo que no es así. En primer lugar porque una cosa es lo que se dice, otra lo que se pone en el programa electoral y otra lo que de verdad se hace. Y en segundo lugar porque derogar la presente ley para sustituirla por la anterior o alguna parecida ya se ha demostrado que es inútil. Para no liar más la cosa y en un intento de aplicarme el principio KISS mostraré la siguiente gráfica:


Creo que en este punto y en muchos otros como votantes es preferible tener cuidado puesto que los políticos se publicitan a través de ciertos gestos o acciones de cara a la galería que no tienen nada que ver con su intención real.

Y si extrapolamos lo que ha ocurrido en otras ocasiones con otras cuestiones como el divorcio el resultado no puede ser más nefasto: la sociedad aceptará como normal el aborto, quizás incluso como método anticonceptivo.

Entonces, ¿el asesinato de miles de seres humanos inocentes es un mal menor?

sábado, 5 de febrero de 2011

Católicos ante el voto

Por su interesante análisis recupero este artículo de Alejo Fernández Pérez:

Los católicos nos hemos metido tanto en el mundo, tanto nos ha absorbido este, que nos hemos liado como un gatito en un ovillo de hilo y no sabemos como desenredarnos.

Estamos aceptando como normales y lícitas prácticas nunca toleradas: Domingos y Festivos los dedicamos a cualquier actividad excepto a Dios: compramos, vendemos, trabajamos, nos divertimos y apenas si vamos a misa. Ayunos y abstinencias han quedado limitados a un “paripé”; la confesión casi ha desaparecido, los ataque furibundos a la familia, al matrimonio, a la enseñanza, al mismo Cristo y a María están a la orden del día. Las blasfemias más bajunas y animalesca campan a su aire.  Abortos , sexo, divorcios, pildoritas y otras gaitas son el pan nuestro de cada día. Y todo esto, ante la pasividad de los “buenos” y el silencio de los corderos (gente pacífica), única razón del avance del mal en el mundo. Dicho de otra forma: “Para que avance el mal en el mundo, basta con que los buenos no hagan nada”

Cada cuatro años elegimos nuevos gobernantes de la Nación, Comunidades y Ayuntamientos. En estas elecciones nos jugamos con frecuencia  el ser o no ser como católicos. Aceptamos sugerencias y consejos de las fuentes más peregrinas menos las del Papa, que son las que más nos deberían de obligar. ¿ Y que dice el Papa? En esta ocasión el Papa, Benedicto XVI, tras el Sínodo dedicado a la Eucaristía, nos lo ha dejado claro: como periodista por su capacidad divulgativa, y como Filósofo por su profundidad, porque acude a las causas últimas. Las últimas “fuentes” autorizadas datan del 30 de marzo del 2007. (Exhortación Sacramentum Caritatis, núm. 83)  Eulogio López en Hispanidad.com del  2007-04-30 publica un largo artículo que por su interés comentamos a continuación:

El voto católico en España sigue marcado por el mal menor y no por el bien posible. Este es un tópico que habrá que pensar en desterrar. De ahí que, en cuanto se aproxima un periodo electoral, se reproduce el mismo debate: ¿A quién debe votar el católico? Es en estos momentos cuando conviene acudir a las fuentes.
“La llamada coherencia eucarística- coherencia entre vida y religión- a la cual está llamada objetivamente nuestra vida vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como la defensa y el respeto de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables” En consecuencia:

La religión no es asunto privado. Conviene recordar aquello de “quienes me negaren delante de los hombres….” Por lo tanto, despejemos, de entrada, la supina memez de que mi credo y mi voto son dos realidades distintas y distantes. Benedicto XVI no apela a las posibilidades electorales ni al voto útil, sino a la coherencia de vida. Exige para todos los bautizados “testimonio público de la propia fe”, y muy especialmente para los políticos.

El Papa aclara que hay cuatro valores no negociables: la vida –y especifica: desde la concepción hasta la muerte natural-, la familia formada por hombre y mujer, la libertad de los padres para educar a sus hijos como consideren conveniente y el bien común. Insisto: valores no negociables. Así que apliquémonos el cuento, no pensando en ganar las elecciones sino en vivir “el martirio de la coherencia”.
Trasladada a cualquier parte de España esto indica que un católico no debe votar a los políticos de izquierdas, ni de derechas, ni de centro si se dedican a repartir la Píldora abortiva del Día Después entre adolescentes y a espaldas de sus padres, además de oficiar “matrimonio” entre homosexuales. Ni quien financia con similar entusiasmo –y con dinero público- uno de cada cinco abortos perpetrados en Madrid, la ciudad más abortera de ese paraíso del aborto en el que se ha convertido España. Ni debemos votar a los que  por libertad de enseñanza entienden cualquier cosa menos lo que se entiende en Europa. El resultado está a la vista.

Respecto al bien común, ¿ Quién han llevado a cabo una política de vivienda que sirva para que los jóvenes formen un hogar y se puedan independizar de sus padres, casarse, formar una familia y tener hijos?
Hoy día, España se encuentra en un momento crítico de su historia, negros nubarrones amenazan por el horizonte. Una gran mayoría de votantes tanto de izquierdas como de derechas o de centro somos católicos y no nos vemos representados por unos gobernantes dudosamente democráticos- unos más y otros menos- . Tras las directrices del Papa un católico no debe votar a ningún de los partidos de izquierda que atacan frontalmente las enseñanzas cristianas,  pero tampoco a partidos de centro-derecha con algunos de sus principales dirigentes que anteponen el voto a sus creencias. Habrá que buscar o crear alternativas. Mientras tanto, los “valores no negociables” del Papa están ahí, exigiéndonos coherencia. Antes de votar, especialmente a nivel local y Autonómico, tendríamos que preguntar a los políticos del PP por sus intenciones al respecto.

Lo que está claro es que, después de las palabras del Papa, el voto útil no sólo es negativo para un católico: es inmoral. No vale presumir de tener una mente abierta para ir contra nuestros ideales. Chesterton decía: “Tener la mente abierta es como tener la boca abierta: un síntoma de estupidez”. También confiamos en  que Gandhi no tuviese razón cuando afirmaba: “¡ Qué bello es el cristianismo, si no fuera por algunos cristianos !”

Fuente: Arbil.org

jueves, 3 de febrero de 2011

Reflexiones en torno al voto católico y el “mal menor” I

Mi primera contribución a este blog -que nace con vocación corporativa y participativa- no es mía: me limito a transmitir un artículo que me ha enviado una persona (como tantas) preocupada por cómo discernir el sentido adecuado de su voto.

Aprovecho para invitaros a enviarnos vuestras reflexiones -siempre en torno al tema del voto y de la defensa de la vida, porque este es, en principio, un blog monotemático- bien en forma de texto largo, bien como comentarios.

TEB.


Reflexiones en torno al voto católico y el “mal menor” I

“Yo votaré al Partido Popular porque dadas las circunstancias es el mal menor” ¿Cuántas veces hemos oído, pensado o dicho esta expresión? Yo al menos muchas y cada vez estoy más convencido que la frase es más inmoral de lo que parece y de que encierra una ideología que pretende reconciliar lo inconciliable: la Verdad que predica la Iglesia con el relativismo y la cultura de la muerte que muchos políticos presentan en sus programas electorales.

Cuando san Agustín se pregunta qué es el mal e intenta explicarlo dice que éste no tiene entidad propia y que no es más que ausencia de bien. El hombre está ordenado hacía el bien como único objeto. La voluntad, al igual que la inteligencia, tiene un objeto propio. El objeto propio de la voluntad y de la inteligencia son las cosas en tanto que son buenas, en tanto que bien. Voluntad e inteligencia tienden naturalmente y necesariamente hacia lo que es bueno, en el sentido ontológico, y tiende aun naturalmente a lo que es moralmente bueno. Querer el bien y conseguirlo pertenece al estatuto ontológico de la persona y a la expresión de su ser.

Así, el hombre está creado para elegir el bien en cuanto tal y a realizarlo en la medida de sus posibilidades. Aceptar propuestas intrínsecamente malas esperando con ello evitar el triunfo de propuestas peores no pertenece a la naturaleza del hombre. La doctrina de la Iglesia es clara al respecto cuando afirma que la conciencia ordena “practicar el bien y evitar el mal” (CEC 1706 y 1771), que no se puede “hacer el mal” si se busca la salvación (CEC 998) y que “nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien” (CEC 1789).

Elegir un mal está fuera de lo moralmente aceptable en el marco de la doctrina católica. Pero tampoco se puede elegir un “mal menor” cuando en nuestra mano está elegir un bien. No olvidemos que el “mal menor” convierte en cotidiano algo que debería ser meramente excepcional. El “mal menor” únicamente está moralmente justificado cuando no podemos elegir ni alcanzar ningún bien, cuando este no está al alcance de nuestras posibilidades. ¿Por qué entonces hablamos tanto del “mal menor” cuando sí que está en nuestras manos proponer y elegir un bien? Los laicos católicos no pueden limitarse a elegir pasivamente entre los males que los enemigos de la vida y de la familia quieren ofrecer anestesiando su conciencia y asumiendo un papel mediocre y pasivo otorgado por las hordas laicistas.

Y por último una pregunta: ¿a qué llamamos mal menor? ¿es un mal menor el aborto? ¿y la educación laicista que reciben nuestros hijos? ¿y el derecho a decidir en qué centro educarlos? ¿y el ataque a la familia cristiana? Yo no los considero “males menores” sino males muy graves. No olvidemos, además, que una situación de “mal menor” prolongada hace que el “mal menor” sea cada vez un mal aún mayor.

Vacant von Le Fort

Un nuevo comienzo

Hola,

arrancamos la andadura de este nuevo blog destinado a la reflexión sobre la defensa de la vida y la familia en la política. Pretende aportar argumentos y dar valora a ciertas ideas sobre la mejor forma de la defensa de la vida y la familia en nuestra sociedad.

Este blog, por tanto pretende ser un espacio colaborativo donde lo que prime no sea la defensa de un partido o de una idea económica sino la defensa de los principios innegociables de la dignidad de todo ser humano y el apoyo a la familia como base de la sociedad.

También pretende ser un espacio para reflexionar sobre lo que puede estar pasando y qué posibilidades tiene un católico a la hora de votar. Después de todo, es nuestra responsabilidad votar en conciencia.